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Fermín Pérez Nievas presenta su nuevo libro

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Ganador del Premio Biblioteca de Temas

Locales Manuel Castel Ruiz

Versa sobre el coronel Críspulo Moracho,

fusilado por el general Cabanellas  

Fermín Pérez-Nievas, periodista tudelano que trabaja en ‘Diario de Noticias de Navarra’, presentó en la Casa del Almirante-Fundación María Forcada su libro “Críspulo Moracho Arregui (1876-1936). Crónica de un coronel navarro fusilado por su lealtad a la República”, con el que ha obtenido el Premio Biblioteca de temas locales Manuel Castel Ruiz.


Fermín Pérez-Nievas tuvo conocimiento del coronel al descubrir en el periódico de Tudela, ‘El Eco del Distrito’, una reseña que hablaba de un militar tudelano que había sufrido un atentado en Barcelona. “Esa reseña”, afirma, “es la que años después me sirvió para ir tirando del hilo y conocer su vida”.
Relata que “huyendo de aquella Barcelona en la que no se reconocía ni entre los independentistas ni entre los falangistas y cedistas que querían matarlo, llegó a Tudela el 17 de julio e 1936. Días después apareció fusilado en el camino viejo de Valdespartera, en Zaragoza, por orden del general Cabanellas”.
Críspulo nació el 12 de diciembre de 1876 en Pamplona. Era hijo de Félix Moracho Lucas, que llegó a ser concejal y había nacido en la calle Caldereros. Su madre Irene Arregui, nació en la calle Albillo. Tuvieron dos hijos: Vicenta y Félix.
Con 17 años ingresó en Toledo en la Academia Militar ascendiendo rápidamente de categoría y ocupando cargos de relevancia. Incluso llegó a ser Gobernador Civil en Murcia en 1923, bajo la dictadura de Primo de Rivera. En 1912 se casó con María Teresa Gabazo Garay, 10 años más joven que él, natural de un pueblo de Cádiz, Gimena de la Frontera, cuando Críspulo estaba sirviendo en el Regimiento América en Pamplona. María Teresa pertenecía a una familia de militares. El matrimonio tuvo dos hijos: Félix y María Teresa.
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En septiembre de 1929 se trasladó a Barcelona donde ascendiendo a coronel y se puso el frente del Regimiento Alcántara, con el apoyo personal del que fuera ministro de la Guerra, presidente de las Cortes, y también de la República, Diego Martínez Barrio. En la Ciudad Condal entró a formar parte en noviembre de 1931, de la logia masónica Delta. Incluso llegó a crear una nueva logia hasta que abandonó la masonería en 1934.
Afirma Fermín Pérez-Nievas que “en octubre de 1934, estando en Barcelona, el presidente de la Generalitat, Lluis Companys, proclamó el Estado Catalán dentro de la República Federal Española, e invitó a los partidos de izquierdas a refundar la República con sede en Barcelona. Companys se atrincheró en el palacio presidencial con varias decenas de mossos de escuadra, mientras fuera el ejército llenó la plaza con cañones y el Gobierno en Madrid declaró el estado de guerra. El enfrentamiento apenas duró un día, pero marcaría la vida y muerte de Críspulo”.
Los dos responsables de los mossos de escuadra que se levantaron con Companys, fueron acusados de rebelión y sometidos a un consejo de guerra por no acatar las órdenes de Madrid. Sin embargo, eligieron a Críspulo como abogado defensor.. “Su defensa le valió muchos elogios, pero sin duda también un gran número de odios. Tras el juicio se les condenó a muerte, pena que se conmutó después a 30 años de prisión por el temor que tenía aquél Gobierno del Bienio Negro a convertirlos en mártires. Finalmente fueron puestos en libertad con la llegada del Frente Popular en 1936”. Aquél juicio supuso que a Críspulo le retiraran del mando de su regimiento, y que durante dos años fuera apartado del servicio hasta la llegada del Frente Popular.
El 2 de julio de 1936, a las 9 de la noche, cuando estaba a punto de subirse a un coche en la Plaza de Cataluña, junto a su hijo Félix, varios desconocidos lanzaron tres granadas a su vehículo, de las que solo una explotó y consiguieron salir milagrosamente ilesos.
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“La policía llegó a determinar que las granadas procedían del propio ejército, y los autores, militares, estaban relacionados con partidos de derecha españoles y formaciones que respaldaban el alzamiento. Lo que se llamó UME (Unión Militar Española) y a cuyo frente estaba el propio general Mola”.
En una carta enviada a sus padres y hermanos a Tudela el 6 de julio, les decía “que no se explicaba cómo se habían salvado, y que nunca había estado afiliado a ningún partido político ni bandera”. Confesaba que daba “pena contemplar con tristeza la barbarie de odio y conductas de los extremistas de derechas e izquierdas, en los que afortunadamente no formo ni formaré, porque nunca pensé en desearle la muerte a los contrarios y menos en conspirar y entrar en conjuras para practicarla”. Este atentado era el tercero que padecía en Barcelona desde marzo de 1936, por lo que decidieron trasladarse a Tudela”.
El autor del libro indica que “Críspulo se sentía, en sus propias palabras, asfixiado por el repudio a todo lo que signifique español, que se palpaba en Barcelona. No hay que olvidar que era militar, y militar regio. Su creencia en un Estado unido y obediencia al Gobierno, reflejan una eterna dicotomía que le consumía en su interior. Él creía que había un gobierno legítimo elegido por el pueblo y lo que tenían que hacer los militares era protegerlo. Su repulsa hacia los nacionalismos, sin embargo, se palpa en una carta cargada de insultos hacia el que llegó a ser posteriormente ministro navarro, Manuel Irujo, del PNV. Le decía Críspulo: si de verdad sois navarro y el agua del Arga sirvió para vuestro bautismo, no podéis ser más que español, español y español”.
El 17 de julio llegó a Tudela acompañado de su mujer y su hijo “buscando la tranquilidad de un pueblo de 11.000 habitantes, que estaba a punto de comenzar sus fiestas. Un día después estalló el golpe de Estado que convirtió a Tudela en clave para el dominio de toda Navarra, dado que era la merindad más socialista de toda la provincia. Los Falangistas centraron buena parte de sus objetivos en la represión y rápida conquista de la Ribera”.
Según testimonios de algunos familiares, “siendo militar su obligación era presentarse ante su superior, y es posible que el 19 ó 20 de julio, se presentara ante Cabanellas, también masón, por cierto, para tratar de convencerle. Se cree, incluso, que algún familiar se fue a Zaragoza a llevarle un poco de ropa, pero no le encontró donde se había hospedado y nadie le dio razón de dónde podía estar”.
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Siguiendo con los últimos datos de los familiares, su hermano Félix, su mujer María Teresa y un dirigente de Falange, Aniceto Ruiz, viajaron a Zaragoza para tratar de buscar información, “pero sin conseguir nada más que las amenazas a su esposa de volver a Tudela si no quería tener la misma suerte que su marido. Los hijos de su hermano Félix, 20 años menores que Críspulo, recuerdan como al volver a casa Félix no cesó de gritar: ¡Me lo han matado! ¡Me lo han matado!”.
Indica Pérez-Nievas que “el general Cabanellas, que muchos creían afín a la República, ya había detenido y fusilado a otros militares republicanos en los primeros días del alzamiento y era uno de los que junto a Mola, con el que se reunió por cierto en Murillo de las Limas en la recta de Arguedas, prepararon el alzamiento. Si se buscan explicaciones no es difícil pensar en lo peligroso que resultaba tener a un coronel afín a la República en la retaguardia de una Navarra tomada por tradicionalistas y falangistas, pero que era ampliamente de izquierdas”. Meses más tarde su hijo Félix se alistó como médico en “ese mismo ejército que asesinó a su padre muriendo en el frente el 12 de mayo de 1938”.
Fermín Pérez-Nievas siguió buceando en su vida y descubrió datos de la investigación que se abrió tras su fusilamiento que se hallan en los cuarteles de Zaragoza. “El 27 de julio de 1936 se notificó que habían aparecido varios cuerpos en una cuneta del camino viejo de Valdespartera, en Zaragoza, muy cerca de un antiguo cuartel militar. Uno de ellos estaba vestido de coronel presentando tener unos 58 años”. Se le identifica porque lleva encima a su nombre varios recibos y una carta de 1934.
Pérez-Nievas indica que en el informe se decía que el cuerpo estaba en estado descomposición por lo que “la fecha de fusilamiento sería el 25”. Críspulo recibió tres disparos y según la autopsia dos de ellos fueron de frente y otro de gracia en la cabeza. El 5 de agosto, apenas una semana después de abrirse el expediente, se volvió a cerrar. Críspulo fue enterrado en Zaragoza. Pese a que su nombre aparece en la lápida familiar en Tudela, que se puede ver en el cementerio junto al de su hijo y al de su viuda, nunca fue trasladado a Tudela”.
Su viuda murió en octubre de 1978 en la Casa de Misericordia de Tudela. “Curiosamente, durante toda su vida, un caso inédito para un familiar de fusilado, cobró una pensión de 5.000 pesetas como viuda de militar”.

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