Ha sido la primera mujer en subir a 14 ochomiles
Participó en el Navarra Arena en
el III Encuentro Reyno Gourmet
«No hubiera conseguido ser la primera mujer en escalar 14 ochomiles si no habría tenido un gran equipo detrás”, afirmó Edurne Pasaban en el III Encuentro Reyno Gourmet, organizado por INTIA (Instituto Navarro de Tecnologías e Infraestructuras Agroalimentarias) y que tuvo lugar en el pabellón Navarra Arena (Pamplona)
Nacida en Tolosa (Guipuzcoa, el 1 de agosto de 1973), ha recibido numerosos premios, entre ellos la Medalla de Oro al Mérito Deportivo y el Premio Reina Sofía a la Mejor Deportista del Año en 2011.
Combina hoy en día su carrera deportiva con su vinculación cada vez más sólida al mundo de la empresa, un ámbito en el que ejerce como conferenciante tanto para empresas a nivel nacional e internacional como para entidades deportivas, culturales y educativas.
Precisamente, esa experiencia le llevó a visitar el pabellón Navarra Arena, explicar sus experiencias a empresarios que forman parte de Reyno Gourmet y de la mano del nutricionista y cocinero Juan Carlos Fernández, mostrar cómo debemos alimentarnos si queremos subir un ochomil. Eso sí con un menú basado en productos Reyno Gourmet.
En su intervención recalcó la importancia de fijar objetivos claros para conseguir el éxito en cualquier faceta de la vida. “Me he enfrentado a momentos muy complicados, pero para salir adelante en mi mochila siempre he llevado una serie de ingredientes que me han llevado al éxito. El primero, ambición. En esta vida tenemos que ser ambiciosos y luchar. El segundo, afán de superación. ¿Sabéis para culminar 14 ochomiles cuántas expediciones he tenido que hacer?: 26. Eso quiere decir que un montón de veces he regresado a casa sin hacer cumbre. Y cuando esto sucede tienes que tener la capacidad de decir: ¿cómo puedo hacerlo mejor la próxima vez?”
El tercer ingrediente es “tener hambre por el éxito. Quiero decir con esto que tenemos que creérnoslo. A veces nos vemos tan pequeños debajo de esas montañas tan grandes que no nos creemos que podemos ser capaces de subir”. El cuarto, y a su juicio el más importante, es afrontar los retos con pasión. “Sin pasión no hubiera llegado donde estoy”.
La historia de Edurne da para escribir numerosos libros e incluso para rodar una película. De niña paseaba con sus padres por el monte y a los 14 años se apuntó al club de montaña de su ciudad a un cursillo de escalada deportiva, de roca. Recuerda, con una sonrisa, que no se apuntó porque le gustase mucho la escalada, “sino porque a mis amigas y a mí nos interesaba el chico que daba las clases. Y ese fue el motivo por el que empecé a escalar. No conseguimos nada con aquel chaval, pasaba totalmente de nosotras. Mis amigas decidieron dejar la escalada, pero a mí me enganchó y continué”.
Se metió en el club y con parte de sus integrantes, “a los 15 ó 16 años me fui a los Alpes por primera para subir al Mont Blanc y al Cervino. A los 18 viajamos a los Andes y escalamos montañas de 6.000 metros”.
Asegura que su vida “era como la de una adolescente normal y su hobby escalar montañas con el club”. Con 18 años tuvo que decidir qué carrera estudiar. “No sabía qué elegir. Mi abuelo tenía una empresa de máquina herramienta, en la que continuaron mi padre y sus hermanos. Yo soy la mayor de la tercera generación. En mi familia todos eran ingenieros y me fui a la universidad a estudiar ingeniería industrial. Terminé la carrera y comencé a trabajar en la empresa familiar. Paralelamente hacía montaña”.
En 1998 surgió su primera oportunidad para subir a una montaña de 8.000 metros. Su club organizó una expedición al Dhaulagiri, montaña muy relacionada con el alpinismo navarro, ya que fue el primer ochomil en el que estuvo una expedición navarra (1979). “Es super complicada. Me ha costado tres intentos poder subirla. Fuimos allí y, por supuesto, no hicimos cumbre”, relata.
Su afición por la montaña iba in crescendo y pronto se enfrentó a su primer dilema. “Yo estaba trabajando con mi padre en la empresa familiar. Una expedición dura dos meses y cuando a mi padre le pedí que me diese dos meses para escalar le hizo gracia. Cuando el segundo año le volví a pedir permiso otros dos meses ya no le hizo tanta gracia y el tercero me dijo: tienes que decidir lo que quieres hacer en tu vida, escalar montañas o trabajar aquí. Y decidí escalar”.
Edurne Pasaban indica que “cuando tengas que elegir entre dos caminos, coge siempre el camino del corazón. Mi corazón decía que para ser feliz tenía que escalar. Sabía que iba a ser difícil porque ser profesional de la escalada era casi imposible, pero tenía claro que se podía conseguir si lo hacía con pasión”.
En 2001 culmimó su primer ochomil, el Everest. En 2002 hizo dos (Makalu y Cho Oyu), y en 2003 tres (Lhotse, Gasherbrum II y Gasherbrum I).
A finales de 2003 recibió una llamada telefónica del director del programa ‘Al filo de lo imposible’, Sebastián Álvaro, y le propuso participar en una expedición en 2004 al K2. “Tenía 6 montañas de ochomil metros, pero me pregunté ¿me encontraba preparada para subir al K2? No lo estaba ni mental ni físicamente, pero era una gran oportunidad. Aquel año me desplacé con esta expedición, no fue fácil, y fue la primera vez que sentí miedo porque todo lo que había oído hablar sobre el K2 era malo y habían fallecido muchas personas”. Edurne asegura que “el miedo, ese miedo, siempre digo que es un buen compañero si sabemos gestionarlo, porque nos va a mantener más atentos”.
Asegura que sus retos han sido posibles por tener un gran equipo detrás. “Hay que tener los mejores profesionales, pero lo verdaderamente importante es que los equipos estén formados por buena gente, que no nos van a dejar tirados cuando las vamos a necesitar. Esas personas que cuando estamos a 7.700 metros no te abandonan”.
Formó un gran equipo y el objetivo era que “Edurne fuese la primera mujer que alcanzara los 14 ochomiles. Era un objetivo común. Esa es la diferencia entre un gran equipo y un equipo de amigos”.
Recordó emocionada a Iñaki Ochoa de Olza, alpinista pamplonés que falleció en 2008, durante la ascensión al Annapurna. Allí sufrió daños cerebrales y un edema pulmonar que le provocaron una pérdida del conocimiento y su posterior muerte. Su cuerpo se encuentra en dicha montaña a 7.400 metros de altura por expreso deseo de su familia.
El rumano Horia Colibasanu cuidó de él durante tres días hasta que el suizo Ueli Steck le dio el relevo el mediodía del jueves 22. Colibasanu no permitió que Steck le ayudara a bajar si suponía que Iñaki se quedaba solo. Edurne indicó que Horia no le dejó ni un segundo y cuidó de él hasta el último momento. Eso es un equipo. Nosotros si hemos tenido éxito ha sido porque éramos un equipo de verdad con un objetivo común”.
Aseguró que “me gustaría decir que durante estos 10 años todo ha ido fenomenal, pero no ha sido así. Y lo que he aprendido es que no tenemos que bajar la guardia hasta el final”.
En 2004 descendió del K2 y no muy bien porque sufrió congelaciones y le amputaron dos dedos, uno en cada pie. En 2005 fue al Himalaya y a finales de ese año se preguntó muchas cosas. “Tenía 31 años, no me dedicaba profesionalmente a la escalada. Me pregunté ¿qué estoy haciendo con mi vida?”
En 2006 cayó enferma, “con una depresión muy grande y estuve hospitalizada. Primero dos meses, a primeros de año, y después otros dos, a finales, porque recaí. Les pedí a mis padres que me ayudaran y me puse en tratamiento porque reconocí que estaba enferma. Algo muy importante para salir adelante es reconocerlo. Y una forma de superarlo es con la ayuda de la gente que te quiere de verdad. Esa gente que a 7.700 metros no te deja tirada y con esta enfermedad tampoco”.
Recuerda a muchas personas que estuvieron a su lado, pero sobre todo nombra a su primo Asier Izaguirre, con el que lleva escalando desde los 14 años. “A finales de 2006 me llamó por teléfono y me dijo que mi vida era la montaña y que tenía que regresar para ser feliz”. Y así fue. Lo hizo y se recuperó.
En 2009 le quedaban tres ochcomiles para hacer los 14. “Ese año fuimos al Kachenjunga. La expedición fue super bien y además hicimos cumbre. Pero el último día se complicaron las cosas. Al día siguiente cuando nos levantamos a 7.700 metros para bajar al campo base, me encontré mal. La cabeza la tenía bien, todo estaba bien, pero no podía caminar. Luego los médicos dijeron que se debía a una bajada de potasio, lo que se conoce como una pájara. Llegó un momento en el que les dije a mis compañeros que eso era el final, que no podía bajar. Pero no me dejaron y me bajaron ellos. Y si hoy estoy aquí es gracias a mi equipo. Me cogieron a espaldas y me arrastraron. Si en condiciones normales nos hubiera costado bajar 8 horas, aquel descenso duró dos días”.
Edurne tiene grabada a fuego esa experiencia y con ayuda de su equipo pudo culminar su objetivo de escalar los 14 ochomiles. Un equipo que nombró al final de su intervención y que está formado por Asier Izaguirre, Ferrán Latorre, Nacho Orviz y Aitor Díaz.
Su vida ha cambiado. Es madre de un niño. Sigue soñando con escalar, aunque a otros niveles. Su vida profesional está centrada en ayudar a personas y empresas a afrontar retos, superar dificultades y sobre todo conseguir el éxito. “Si la vida la vives con pasión se puede conseguir lo que uno desee”.
Elaboración de un menú Reyno Gourmet
¿Qué necesidades nutricionales tiene una persona que va a acometer el ascenso al Everest? Bajo esta premisa, el cocinero, nutricionista y maratoniano, Juan Carlos Fernández, presentó un showcooking en el que, guiado por las indicaciones que le iba dando la propia Pasaban, confeccionó un menú elaborado íntegramente con productos navarros pero respondiendo a las necesidades nutricionales que puede tener una deportista de ese nivel.
Juan Carlos Fernández, que ha cocinado en circunstancias similares a las de un campamento base (con hornillo de gas, una sartén de hierro y fiambreras de las que llevan los alpinistas a sus expediciones) elaboró un arroz con Cordero de Navarra y Queso Roncal, importante por su aporte de hidratos de carbono y grasa saludable con un gran aporte energético; unos Pimientos del Piquillo de Lodosa, ricos en vitamina C; y unos Espárragos de Navarra, que, gracias a su alto contenido de agua, ayudan a mantenerse hidratado, algo esencial para los alpinistas.
Preparó solomillo de Ternera de Navarra; Queso Roncal con mermelada de aceite; cuajada con mermelada de manzana y sidra; sin olvidarse del chocolate, “imprescindible por su gran aporte energético”; y caramelos de piñones, “mucho mejores que las barritas energéticas”.