París es una de las ciudades más bellas del mundo y donde hay muchas maravillas por ver. En ella podremos encontrar atractivos monumentos de todas las épocas. Navegar por el río Sena es una de las actividades que nunca hay que perderse. Lo mismo que visitar Notre Dame, uno de los emblemas de ciudad. La Sainte Chapelle es, sin duda, uno de los monumentos parisinos de personalidad más acusada. Se trata de una capilla de pequeñas dimensiones, en un estilo de gran pureza, destinada a acoger la corona de espinas de Cristo.
La Ópera de París es una mezcolanza de materiales, piedra, bronce y mármol, con un cóctel de estilos, barroquismo y clasicismo. La Torre Eiffel es el triunfo del industrialismo, del metal, sobre la piedra. Miles de visitantes acceden diariamente a esta torre, subiendo mediante ascensores a sus plataformas para divisar la Ciudad Luz a sus pies. Especialmente interesante es la puesta de sol, romántica y luminosa. Los entendidos dicen que lo mejor es ascender al día siguiente de una jornada de lluvia, cuando el aire de la ciudad está libre de suciedad y humos.
Al lado de avenidas de bellas mansiones parisinas y detrás de la Torre Eiffel se ubica en Campo de Marte.
Los Campos Elíseos y el Arco de l’Etoile son espectaculares. En 1616, la reina María de Médicis ordeno plantar una serie de alamedas en lo que hoy son los campos elíseos, transformando unos fangales en una continuación de los jardines de Tullerías. El monumental arco es centro de una plaza inmensa.
Todo su entorno sufrió sucesivas transformaciones que le llevaron a ser un lugar de lujosos palacetes, en el XIX, y una gran avenida de amplios comercios y centro de los grandes desfiles militares, en el XX. Al fondo aparece la plaza de l’Etoile con el magnífico Arco de Triunfo mandado construir por Napoleón y terminado en 1836, en el llamado Segundo Imperio, cuando el arquitecto Haussmann transformó buena parte del urbanismo de París.
En la Place Concorde se instaló el mecanismo represor revolucionario más conocido: la guillotina. Construido sobre un lodazal, en el extrarradio de la ciudad, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, con el objeto de situar en el medio del amplio espacio una estatua real. En ella destacan sendas fuentes de inspiración romana. Cerca de Concorde están los palacios, el Petit y el Grand Palais, que fueron construidos para la exposición de 1900, y actualmente sedes de museos.
El Louvre, que inicialmente fue un castillo medieval, fue transformado luego en palacio real donde se albergan colecciones de arte. Allí se pueden encontrar La Venus de Milo, La Victoria de Samotracia, La tumba de Philippe Pot, oficial de Borgoña, sostenida por otro portadores, en una escena donde aflora el espíritu medieval. Entre las obras pictóricas destaca la popular Mona Lisa, de Leonardo da Vinci. En la visita a París tampoco hay que dejar de ver el Centro Pompidou, el Museo DÒrsay o el Barrio Latino.