Ujué fantástico
SITUADO EN LA ZONA MEDIA, ES UNO DE LOS PRINCIPALES LUGARES DE CULTO NAVARRO Y ESPECTACULAR MIRADOR SOBRE LA CORDILLERA PIRENAICA Y LA PLANICIE DE LA RIBERA.
Perdido en lo alto de una meseta, sin ríos que le refresquen ni árboles que le cobijen, embriagado por una aparente soledad se alza Ujué, un bello pueblo medieval de estrechas calles que recorren pronunciadas cuestas para concluir, en lo alto, ante el Santuario-Fortaleza de Santa María de Ujué.
Situado en la Zona Media, es uno de los principales lugares de culto navarro y espectacular mirador sobre la cordillera pirenaica y la planicie de la ribera. Los orígenes de Ujué son confusos. Aunque los primeros testimonios de población datan de la época romana, la villa surgió a finales del siglo VIII o comienzos del IX, cuando el primer rey de Pamplona, Iñigo Arista, construyó una fortaleza para frenar el avance del Islam.
Sin embargo, la leyenda cuenta que a un pastor se le apareció una paloma que entraba y salía por el agujero de un peñasco; al entrar en la cueva descubrió la imagen de la Virgen con el Niño y los lugareños interpretaron esto como un mandato de la Virgen para establecer allí su morada y nació la villa de Ujué.
El pueblo en su conjunto constituye un ejemplo excepcional de villa medieval. Se asienta sobre un montículo de fuertes pendientes por las que desciende escalonadamente hasta que, en la parte baja del pueblo, el trazado laberíntico se ensancha. Las fachadas de las casas, de apariencia antigua, exhiben amplios portalones, y las mansiones, unas barrocas y otras de carácter popular, están ennoblecidas por grandes escudos.
Pasear por sus estrechas y empinadas calles empedradas es un delicioso ejercicio que le descubrirá rincones de sorprendentes perspectivas. En la parte más alta, se erige el santuario, monumento nacional, fortaleza de Santa María de Ujué, cuya construcción se prolongó a lo largo de los siglos. Sobre una iglesia prerrománica se edificó otra románica (XI-XIII) y en el siglo XIV se levantó la amplia nave gótica y se rodeó la iglesia de pasos de ronda y de torres almenadas. En la actualidad se conservan dos torres, Cuatro Vientos y Picos, que dan aspecto más de fortaleza que de santuario.
En el interior del templo, que posee una de las portadas más ricas del gótico navarro, podrá admirar un cáliz de plata dorada con esmaltes; el púlpito barroco del siglo XVIII; y una rica sillería rococó de 1774. Tras una rejería gótica se puede ver una bella talla de la Virgen, del año 1190, forrada de plata, con escudos esmaltados y medallones en bajorrelieve. Es una de las imágenes más bellas de la escultura románica navarra. A su lado, en una vitrina, descansa el corazón del rey que fortificó el santuario en el siglo XIV, Carlos II “El Malo”, apodado así por sus enemigos franceses y del que se cuenta que intentó matar a los reyes de Castilla y a los de Francia.